En los Países Bajos hay más bicicletas que habitantes, cada holandés pedalea en promedio 909 km/ año, y el 30 % utiliza la bici como medio de transporte. Existen rutas, señalética, semáforos y por supuesto sendas exclusivas para las bicicletas. La red de bicisendas compone más de 37.000 kilómetros en todo el país.
Reconociendo nuestro nuevo entorno, al llegar a Rotterdam, lo primero que hicimos fue comprarnos bicicletas. No hubo necesidad de usar el transporte público, recorrimos siempre pedaleando. Al principio el tiempo estaba lluvioso, pero con el espíritu de recién llegados y el afán de conocer emprendíamos trayectos nuevos todos los días. Nos creíamos bastante valientes por hacerlo, pero cada vez que salíamos, veíamos que los holandeses seguían pedaleando como si los días fueran normales. El frío, el viento y la lluvia finita (pero constante) no los paralizaba. Por un lado, me hacía valorar el clima de Buenos Aires, pero por otro me hacía ver al holandés con cierta admiración por su modo de ser, simple, perseverante y resuelto para mitigar algo tan cotidiano como el clima.
Una vez ya familiarizados con el sistema, fuimos incursionando más y más en las rutas de bicisendas. La fascinación que encontramos cuando recorrimos las ciudades y los pueblos de Holanda a través de estos caminos es difícil de explicar.
De a poco fuimos descubriendo que no había límite que nos impidiera seguir avanzando arriba de la bici; vías de tren, vías de transporte, áreas industriales, áreas residenciales, áreas rurales, todo transitable.
Llamaba nuestra atención la interminable conexión que existía entre estos caminos a lo largo de los paisajes. Cuando aparecía a lo lejos una autopista ya pensábamos dónde doblar, nada de eso, sólo había que seguir ¡DERECHO! Los cruces para las bicis y peatones surgían por debajo de las autopistas como una normalidad dentro del trazado urbano holandés.
Así es como empecé a cuestionarme porque me sentía tan a gusto andando en bici en Holanda, y básicamente entendí que era por esto; La continuidad de las bicisendas hace que el paisaje se vuelva completamente permeable para el hombre, sin interrupción. El paisaje se une a la dinámica del ciclista y termina siendo un recurso disponible y accesible para cualquiera. Nadie está exento de disfrutarlo; El aire libre, el río, los bosques, canales, ciudades, parques, campos, todo es fácil de conocer para quien tenga una bici o ganas de caminar. Es maravilloso además no necesitar de un carnet, o documento para acceder a cualquiera de estos lugares. El resultado de esta conectividad es una sensación de libertad absoluta.
Curiosamente esta sensación, me llevó a pensar sobre el importante rol de los corredores biológicos, porque empaticé o me hizo interpretar lo que siente una especie al poder fluir/trasladarse con facilidad dentro de su hábitat a pesar de estar en un ambiente altamente modificado como pueden ser las ciudades.
Por último, creo que más allá de la tendencia mundial a disminuir el uso de transportes de combustión, andar en bici, se siente bien. Creo que andar en bici vuelve a las personas a un ritmo más humano, la velocidad disminuye, el objetivo sigue siendo llegar a otro lugar, pero en el camino se van ablandando nuestros sentidos; el oído, la vista, el olfato, todo se siente más intensamente y nos “obliga” a tener un momento en el día de un contacto íntimo y real con la naturaleza.
Vídeo ilustrativo del sistema de bicisendas en Paises bajos: