A pocos días de llegar a un acuerdo con una comuna del norte santafesino para intervenir sobre plazas y parques de terrenos abandonados del ferrocarril, se declara la Pandemia y con ella, la premisa: solo lo esencial podía continuar. ¿Seguiríamos con un proyecto destinado tan solo a forestar la ciudad? ; ¿a poner en valor sus áreas verdes?; ¿Darle aire? ¿Sombra?; ¿Calidad de vida a los vecinos? ¿Era todo esto necesario o superfluo?
Nuestra respuesta fue empezar…
La primera traba fue concretar las visitas al lugar por parte del equipo de diseño; el trabajo online fue la solución, una herramienta que, sin duda, no dejaremos de usar.
Como las reuniones con referentes sociales eran imposible de concretar, nos manejamos con encuestas fáciles de responder destinadas a todos los vecinos: Nuestra sorpresa fue el gran interés mostrado por la comunidad en relación a sus parques y plazas.
El presupuesto con el que contaba la comuna era muy bajo y las posibilidades de conseguir fondos estatales eran nulas. Pero esto no frenó a un intendente con actitud proactiva, ni a empleados municipales dispuestos a trabajar, y mucho menos a vecinos del pueblo que, con garra, hicieron que el proyecto se pusiera en marcha.
Empezamos de a poco, haciendo grandes cambios pero que no implicaran muchos gastos: se compraron arboles de vereda (baja inversión) y junto a los empleados se llevaron a cabo todo tipo de tareas: limpieza de canales, limpieza de calles, podas, extracciones de ejemplares muertos, ordenamiento del uso de las veredas, pintado de mobiliario, y algunas más. El impacto visual fue muy grande, generando además interés por quienes empezaban a ver la transformación… No fue necesario más publicidad.
Las industrias locales también pusieron su granito de arena, por ejemplo, las plantas desmotadoras de algodón donaron la materia orgánica que sirvió para mejorar los suelos pobres y salinos de la zona.
La elección de la vegetación herbácea también tenía su complejidad: debía resistir el calor extremo, la sequía de invierno, las eventuales inundaciones, y los suelos salinos propios de la zona. Con todas estas limitantes realizamos un diseño a base del pasto nativo que más abunda en la zona (Elionurus muticus), acompañado de otras especies con atractivo estacional (Dyckia remotiflora, Eupatorium sp. o la conocida Glandularia peruviana) . Todas las especies nativas se sacarían de los campos que rodean al pueblo.
Entusiasmados con los primeros logros, decidimos avanzar; el siguiente paso sería el diseño de la Plaza del Ferrocarril, ubicada en un punto estratégico de la ciudad.
Con los recursos donados por el Ferrocarril dimos forma a este espacio resignificando su historia: durmientes de Quebracho como bancos y rieles en el suelo como formadores de espacio. El diseño resulto muy innovador y con fuerte identidad local.
El sector de niños fue un gran desafío: contábamos con la frescura de un monte añoso de Eucaliptus que nos daría la sombra perfecta para que los chicos jugasen. Así surgió una propuesta lúdica construida a partir de troncos de madera, “los juegos en el bosque”: Correr entre obstáculos, animarse a las trepadoras, atravesar túneles, y gritar en las tirolesas. Además de ser estéticamente apropiado para ese marco natural, esto significaría trabajo para los carpinteros locales.
Después de casi un año de pandemia y parte del proyecto concretado, disipamos las dudas iniciales sobre lo esencial: aprendimos que la sombra es necesaria, que la vegetación es importante, que la biodiversidad es condición, y el espacio público verde es UN DERECHO, más aún, en tiempos difíciles.
Seguiremos trabajando para que se tome conciencia sobre la necesidad de considerar a los espacios verdes como generadores de bienestar de las personas y a la planificación del Paisaje como un aporte esencial a las políticas públicas de salud.
Por un 2021 fresco, frondoso y saludable.
Josefina Bastanchuri, Lic. En Planificación y Diseño del Paisaje.